En la vereda Gaviotas, en el municipio de Maní, Casanare, el futuro huele a cacao. Lo que antes era un sueño compartido por estudiantes y profesores de la Institución Educativa Técnica Agroempresarial es hoy una realidad vibrante: la primera parcela escolar de cacao, un proyecto que ha unido a toda la comunidad en torno a la educación y el desarrollo agroempresarial. Esta iniciativa, que comenzó como una idea, echó raíces gracias al programa Fe en Colombia del Ejército Nacional, que actuó como puente para conectar a la comunidad con aliados estratégicos dispuestos a sembrar esperanza.
El camino para llegar a la siembra de las 800 plántulas fue un proceso de aprendizaje práctico y colaborativo. Todo empezó con la preparación del terreno, donde soldados y estudiantes trabajaron codo a codo para establecer cultivos de plátano y árboles forestales que proporcionaran el sombrío necesario. La innovación llegó de la mano de una cama de lombrices rojas californianas, introducida por el Ejército, que se ha convertido en el corazón del proyecto. Los jóvenes, con notable disciplina, se encargan de alimentar a las lombrices, transformando los residuos orgánicos en un abono de alta calidad que ahora nutre las jóvenes plantas de cacao.

Este logro es el fruto de una alianza sólida, tejida pacientemente por el programa Fe en Colombia. El Mayor Johny Reyes, segundo comandante del Batallón de Infantería N.°44, destacó que el papel del Ejército fue el de un facilitador. “Fe en Colombia está creado para escuchar y acompañar. Encontramos aquí un sueño colectivo y nuestra misión fue abrir las puertas a los aliados idóneos para demostrar que el Ejército también siembra futuro”, afirmó el oficial. Así, actores clave como Casa Luker, Fedecacao, la Gobernación de Casanare, la Alcaldía de Maní y la Universidad de La Salle sumaron sus esfuerzos, aportando desde acompañamiento técnico y estudios de suelo hasta recursos económicos, herramientas y maquinaria.
Para la comunidad, el proyecto significa mucho más que un cultivo. “Hoy sembramos cacao, pero también esperanza”, expresa Daniela, una estudiante de grado 11. Esa esperanza es compartida por las familias, como lo confirma Marta Rodríguez, madre de familia, para quien “ver a los hijos aprender del campo y proyectar su futuro es un motivo de orgullo”. La profesora Amparo Blanco resume el sentimiento general al destacar la lección más valiosa: “El Ejército nos enseñó que cuando se trabaja en equipo, todo es posible”.

Hoy, la parcela es un aula abierta donde más de 120 estudiantes integran la teoría con la práctica, aprendiendo cada etapa del proceso, desde el cuidado del suelo hasta el beneficio del grano. Este conocimiento ya se materializa en el chocolate artesanal “ChocoGavi”, un producto que llena de orgullo a la institución. La parcela de cacao de Gaviotas se erige así como un poderoso símbolo de que la unión entre la comunidad, la fuerza pública, la empresa privada y el Estado puede transformar la educación rural y cosechar un futuro prometedor para los jóvenes de Colombia.